Pueblos de piedra, puertos de paso y alta montaña, una comarca que enamora a todo aquel que la recorre.
La Ribagorza cuenta con gran historia ciclista, final de La Vuelta y Vuelta a Aragón en innumerables ocasiones, Cerler ha visto alzar los brazos a ilustres como Lale Cubino, Fabio Parra, Rominger o Perico.
Hablar de Ribagorza y ciclismo es hablar de Cerler-Ampriu, pero la comarca altoaragonesa es mucho más.
Manolo Gómez, sub-23 de primer año y buen conocedor del Valle de Benasque, nos desvela algunos de sus secretos. Arrancamos esta aventura, una ruta de 100 kilómetros -con 3000 metros de desnivel- desde Sahún, pero la cabecera del valle reúne varios pueblos como Sesué, Eriste, Gauyente o Anciles, con una arquitectura empedrada propia de la alta montaña.
Tras 8 kilómetros favorables hasta Castejón de Sos, la fresca mañanera es historia y comenzamos la primera ascensión del recorrido, el Coll de Fadas, 8’5 kilómetros por encima del 5% que enlazamos con el Coll de Espina, más breve, tan solo 3 km, pero con una dureza similar.
Con los primeros 30 kilómetros en las piernas, afrontamos el primer punto marcado en rojo de nuestro recorrido por La Ribagorza: Castanesa, uno de esos rincones mágicos con paisajes puros y sin apenas intervención humana más allá de los campos que acentúan los tonos verdes de la media montaña.
Tiempo para repostar y disfrutar de las vistas del valle presidido al fondo por el Turbón.
Con menos de 30 habitantes, nos topamos con una pareja de jubilados con ganas de hablar. Mantener la casa abierta durante todo el año parece misión imposible. El último gran proyecto de Aramon sitúa al valle en el punto de mira, lo que supone, a priori, un soplo de aire fresco para un valle tradicionalmente ganadero.
Martí Vigo, natural de Sesué y neoprofesional con el equipo Androni Giocattoli-Sidermec, es uno de los habituales en la zona. Una buena referencia para descubrir los rincones del Valle de Benasque encima de la bicicleta.
Continuamos con nuestra andadura y volvemos al pie de Castanesa. Noales es también el punto de partida de nuestro último puerto de ida. Marcando la divisoria entre Aragón y Cataluña, Montanuy esconde una ascensión de lo más acogedora: 5 kilómetros al 7% de buen asfalto que van abriéndose camino entre campos para alzarnos hasta el Faro de Montanuy, balcón al Valle de Arán.
Hora de deshacer camino. El Coll de Espina será, en este caso, el primer escollo para volver sobre nuestros pasos en dirección a Castejón de Sos antes de encarar los 3 kilómetros de Fadas. Una buena ocasión, también, para dejarnos atrapar por la magia de Castarné, la “Provenza oscense”.
Para rematar, incluimos la subida a Liri. Séptimo y último alto de una ruta que nos regala, como viene haciendo el camino desde el paso por Fadas, unas vistas privilegiadas del valle, salvando 350 metros positivos en 4,5 kilómetros con rampas al paso por el pueblo superiores al 20%.